martes, 9 de junio de 2009

Abre la puerta

Abrirle a alguien la puerta, cuando en ella no hay ojito mágico, significa confiar en el que está al otro lado. Porque digo, puede que de pronto sea uno o una que te va a asaltar o robar, qué se yo. Lo mismo pasa cuando recién l@ conoces, no me refiero a un chico o chica que te guste o que vaya a ser tu enamorado(a) o cosas por el estilo. Me refiero a cualquier ser humano. Cuando recién lo conoces, hay algo que te dice que te arriesgues. Que te arriesgues a mostrarte un poco como eres. Siempre, claro, cuidándote de no estar por ahí divulgando cosas que normalmente no divulgas con el primero que se te cruza. Pero sí con el que se te cruza y se vuelve a cruzar. Y así sucesivamente l@ vas conociendo más. Y hasta que divulgan esas cosas.

Amigos. No recuerdo quién fue mi primer amigo, pero sí recuerdo una conversación de esas en las que salen los verdaderos sentimientos y dices: ¿amigos? contados con los dedos. Porque sí pues. El que pretende tener un millón de amigos, sólo va a conseguir cantar más fuerte.

En fin, no sé qué hago hablando de los amigos, será que me siento lejos de ellos y que para recordarlos les escribo esto. Qué será. Pero desde aquì, amigos, los quiero y los extraño. Mucho.

P.D. Y sin embargo, los nuevos amigos, siempre serán bienvenidos. Porque sino, ¿cómo los antiguos alcanzaron ese título? Obviamente, no pretendo llegar al millón ni mucho menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario