viernes, 17 de abril de 2009

Décimo quinto piso

Hace poco más de dos años dejamos (mi mamá, mi hermano y yo) el Rímac, nuestro eterno Rímac, para mudarnos a Jesús María. Todavía recuerdo ese día en el que llegamos y teníamos sólo una lámpara en la sala, sólo eso, ni siquiera focos había en la casa. Nada de muebles, porque mi mamá decidió dejarlos allá donde ahora vive mi abuelo, y claro, si los traía a la nueva casa, nunca ibamos a cambiarlos y eso era NECESARIO.

Pero la verdad era que no importaba mucho si no teníamos muebles porque sentada en el piso, podía disfrutar de un sunset y unos anocheceres únicos. Y eso, ni se compra ni se vende.

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